Cuando las llamas quisieron arrebatarlo todo, ella no dudó ni un segundo: abrazó a su nieta de apenas 2 años y con su propio cuerpo la protegió del fuego, esto tras la explosión de una pipa de gas en Iztapalapa, Ciudad de México.
La niña salió casi ilesa. Pero la abuela, quedó con el 98% de su cuerpo quemado, aún así caminó con su nieta en brazos hasta un lugar seguro.
Hoy lucha entre la vida y la muerte, pero ya es recordada como lo que es: una heroína de carne y hueso, una abuela que demostró que el amor puede ser más fuerte que el dolor, más grande que el miedo.
Que su ejemplo nos recuerde que el verdadero amor se mide en actos, no en palabras. Porque las abuelas son, muchas veces, los ángeles que caminan a nuestro lado.
